4 – DE MARZO
– SÁBADO –
1ª
SEMANA DE CUARESMA – A
SAN CASIMIRO
Lectura del libro del Deuteronomio
(26,16-19):
MOISÉS habló
al pueblo, diciendo:
«Hoy el Señor, tu Dios, te manda que
cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y
con toda tu alma.
Hoy has elegido al Señor para que él sea
tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y
decretos, y escuches su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio
pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos.
Él te elevará en gloria, nombre y
esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo
santo del Señor, tu Dios, como prometió».
Palabra de Dios
Salmo: 118,1-2.4-5.7-8
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del
Señor
V/. Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la ley del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.
V/. Tú promulgas tus mandatos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus decretos. R/.
V/. Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus decretos exactamente,
tú no me abandones. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(5,43-48):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu
enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros
enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro
Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia
a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué
premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo
a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también
los gentiles?
Por tanto, sed perfectos, como vuestro
Padre celestial es perfecto».
Palabra del Señor
1. Para comprender lo que
Jesús quiso enseñar con estas sentencias, es fundamental tener en cuenta que el
amor es "una noción general" (Ulrich Luz).
Es decir, aquí no se habla propiamente
de "sentimientos", sino de "hechos concretos". O, si se
prefiere, no se habla de emociones o sensibilidades, sino de conductas.
Lo cual es decisivo para comprender que
Jesús no nos pide lo imposible. El mismo Jesús habla, a continuación, de los
que me "aborrecen", los que me "persiguen" y me
"calumnian".
¿Cómo puedo yo tener sentimiento de
afecto y cariño hacia una persona o una institución de quien sé que me odia, me
persigue, me aborrece y quiere para mí lo peor?
Jesús no nos puede pedir cosas
imposibles. Y no nos pide nada de eso.
Lo que Jesús pide es que no le hagamos
mal a nadie. Y nos insiste en que nunca le hagamos a otra persona, sea quien
sea, nada que la humille o le cause sufrimiento alguno. En esto consiste lo que
ya, desde los orígenes del cristianismo, se consideraba el precepto principal
(Tertuliano) que tenemos los creyentes en Jesús.
2. Se suele decir que el sacramento del
bautismo es lo que nos hace "hijos de Dios". Si es que nos atenemos a
lo que dijo Jesús en el sermón del monte, en realidad lo que nos hacer
"ser hijos de Dios" es portarnos como personas de las que todo el
mundo sabe que jamás le haremos mal a nadie, no robaremos nunca a nadie, no
engañaremos a ningún ser humano, no humillaremos a nadie, etc.
Porque lo que nos hace cristianos no es
el "rito", sino la "ética".
O sea, no es la observancia de la
religión, sino la rectitud del comportamiento. la honestidad de la conducta, la
bondad con todos, el buen corazón. El que vive así y hace eso, ese es
"hijo de Dios".
3. El fondo del problema está en que la
conducta de cada cual es el indicador más seguro de las creencias que tiene el
sujeto de esa conducta.
El que cree en un Dios nacionalista y
violento, es un nacionalista y un violento. Por el contrario, el que cree en un
Dios que es bueno con todos, él mismo será siempre buena persona con todo el
mundo.
La conducta es la profesión de fe más
fuerte, la más seria, la más decisiva en la vida de cada sujeto.
4.
El Espíritu de amor con el que Jesús nos enseña a darle plenitud a los
diez mandamientos se concreta en algunos «otros mandatos» como el que hoy
escuchamos de labios de Jesús: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os
persiguen». Dios entregó a su pueblo los mandamientos con expresiones que
hablan más de un don que de una carga. Lo propio del que recibe el don de ser
hijo de Dios es parecerse a su Padre. Con el don de ser hijo recibimos una
mayor semejanza con Dios que la que teníamos por ser sus criaturas. Recibir y
pedir que venga a nosotros el don del Espíritu Santo, el Espíritu que completa
la semejanza con Dios, es desear también el don de amar como Dios ama, dando
sus dones gratuitamente.
Amar al que no nos trata bien, al que no
nos quiere, es ante todo consecuencia de este don que nos hace semejantes a
Dios. Rezar pidiendo el bien de estos «enemigos» es un acto de amor que siempre
podemos realizar. Este acto de benevolencia, de querer bien, es una hermosa
actitud de corazón, de apostar por la bondad frente a la maldad. En la mayoría
de los casos no se puede hacer mucho más con el prójimo, pero se ha salvado lo
imprescindible, nuestra disposición incondicional a amar, aunque sea en la
distancia.
San Casimiro de
Polonia
(año 1484)
En su idioma, el polaco, Casimiro significa: "el que impone la
paz". (Kas = imponer, Mir = paz).
Casimiro nació en 1458 en Cracovia. Era el tercero de los trece hijos de
Casimiro, rey de Polonia. Muchos santos han salido de familias muy numerosas, y
de esta clase de familias llegan a la Iglesia Católica excelentes vocaciones.
Su madre
Isabel, hija del emperador de Austria, era una fervorosa católica y se esmeró
con toda el alma porque sus hijos fueran también entusiastas practicantes de la
religión. Ella en una carta a una amiga hace una formidable lista de las
cualidades que debe tener una buena madre, y seguramente que esas cualidades
fueron las que practicó con sus propios hijos.
Y además de la educación que le dieron sus padres, Casimiro tuvo la
gran suerte de que el rey le consiguió dos maestros que eran buenísimos
educadores. El Padre Juan y el profesor Calímaco. El Padre Juan era Polaco y
dejó fama de ser muy sabio y muy santo, pero su mayor honor le viene de haber
sido el que encaminó a San Casimiro hacia una altísima santidad. El Profesor
Calímaco era un gran sabio que había sido secretario del Papa Pío II, y después
estuvo 30 años en la corte del rey de Polonia ayudándole en la instrucción de
los jóvenes. Calímaco dijo: "Casimiro es un adolescente santo", y el
Padre Juan escribió también: "Casimiro es un joven excepcional en cuanto a
virtud".
Claro está que no basta con recibir una buena educación de parte de los
papás y tener buenos profesores, sino que es necesario que el joven ponga de su
parte todo el empeño posible por ser bueno. Pues de los otros doce hermanos de
Casimiro, que tuvieron los mismos profesores, ninguno llegó a la santidad, y
algunos hasta dieron malos ejemplos. En cambio, nuestro santo llegó a unas
alturas de virtud que admiraron a los que lo conocieron y lo trataron.
Dicen los biógrafos de San Casimiro que su más grande anhelo y su más fuerte
deseo era siempre agradar a Dios. Para eso trataba de dominar su cuerpo, antes
de que las pasiones sensuales mancharan su alma. Siendo hijo del rey, sin
embargo, vestía muy sencillamente, sin ningún lujo. Se mortificaba en el comer,
en el beber, en el mirar y en el dormir. Muchas veces dormía sobre el puro
suelo y se esforzaba por no tomar licor. Y esto en un palacio real donde las
gentes eran bastante inclinadas a una vida fácil y de muchas comodidades y
comilonas.
Para Casimiro el centro de su devoción
era la Pasión y Muerte de Jesucristo. En aquellos tiempos los maestros
espirituales insistían frecuentemente en que para ser fervoroso y crecer en el
amor a Dios aprovecha muchísimo el meditar en la Pasión de Jesucristo. Nuestro
santo pasaba mucho tiempo meditando en la Agonía de Jesús en el Huerto y en los
azotes que padeció, como también en la coronación de espinas y las bofetadas
que le dieron a Nuestro Señor. Ratos y ratos se estaba pensando en la subida de
Jesús al Calvario y en las cinco heridas del crucificado, y meditando en el
amor que llevó a Jesús a sacrificarse por nosotros. Le gustaban los cristos muy
sangrantes, y ante un crucifijo se quedaba tiempos y tiempos meditando,
suplicando y dando gracias.
Otra gran devoción de Casimiro era la de Jesús Sacramentado. Como durante el
día estaba sumamente ocupado ayudando a su padre a gobernar el Reino de Polonia
y de Lituania, aprovechaba el descanso y el silencio de las noches para ir a
los templos y pasar horas y horas adorando a Jesús en la Santa Hostia.
Sus preferidos eran los pobres. La gente se admiraba de que, siendo hijo de
un rey, nunca ni en sus palabras ni en su trato se mostraba orgulloso o
despreciador con ninguno, ni siquiera con los más miserables y antipáticos. Un
biógrafo (enviado por el Papa León X a recoger datos acerca de él) afirma que
la caridad de Casimiro era casi increíble, un verdadero don del Espíritu Santo.
Que el amor tan grande que le tenía a Dios, lo llevaba a amar inmensamente al
prójimo, y que nada le era tan agradable y apetecible como la entrega de todos
sus bienes en favor de los más necesitados, y no sólo de sus bienes materiales,
sino de su tiempo, sus energías, de su influencia respecto a su padre y de su
inteligencia. Que prefería siempre a los más afligidos, a los más pobres, a los
extranjeros que no tenían a nadie que los socorriera, y a los enfermos. Que
defendía a los miserables y por eso el pueblo lo llamaba "el defensor de
los pobres".
Su padre quiso casarlo con la hija del emperador
Federico, pero Casimiro dijo que le había prometido a la Virgen Santísima
conservarse en perpetua castidad. Y renunció a tan honroso matrimonio.
Los secretarios y otras personas que vivieron con Casimiro durante varios
años estuvieron todos de acuerdo en afirmar que lo más probable es que este
santo joven no cometió ni un solo pecado grave en toda su vida. Y esto es tanto
más admirable en cuanto que vivía en un ambiente de palacio de gobierno donde
generalmente hay mucha relajación de costumbres. La gente se admiraba al ver
que un joven de veinte años observaba una conducta tan equilibrada y seria como
si ya tuviera sesenta.
A su padre el rey le advertía con todo respeto, pero con mucha
valentía, las fallas que encontraba en el gobierno, especialmente cuando se
cometían injusticias contra los pobres. Y el papa atendía con rapidez a sus
peticiones y trataba de poner remedio. Casimiro
llegó lo mismo que San Luis Gonzaga, San Gabriel de la Dolorosa, San Estanislao
de Koska, San Juan Berchmans, y Santa Teresita de Jesús, a una gran santidad,
en muy pocos años.
Se enfermó de tuberculosis, y el 4 de
marzo de 1484, a la corta edad de 26 años, murió santamente dejando en todos
los más edificantes recuerdos de bondad y de pureza. Lo sepultaron en Vilma,
capital de Lituania. A los 120 años de enterrado abrieron su
sepulcro y encontraron su cuerpo incorrupto, como si estuviera recién
enterrado. Ni siquiera sus vestidos se habían dañado, y eso que el sitio donde
lo habían sepultado era muy húmedo.
Sobre su pecho encontraron una poesía a la Stma. Virgen, que él había
recitado frecuentemente y que mandó que la colocaran sobre su cadáver cuando lo
fueran a enterrar. Esa poesía que él había propagado mucho empieza así:
Cada día alma mía, di a María su alabanza. En sus fiestas la honrarás y su
culto extenderás, etc., etc.
Hasta después de muerto quería que en su sepulcro se honrara a la Virgen
María a quien le tuvo inmensa devoción durante toda su vida. San Casimiro trabajó incansablemente por extender la religión católica en
Polonia y Lituania, y estas dos naciones han conservado admirablemente su fe
católica, y aún en este tiempo cuando las gentes ven que está en peligro su
religión, invocan al santo joven que fue tan entusiasta por nuestra religión. Y
él demuestra con verdaderos prodigios lo mucho que intercede ante Dios en favor
de los que lo invocan con fe.
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