viernes, 17 de marzo de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 18– DE MARZO - SÁBADO – 3ª SEMANA DE CUARESMA – A San Cirilo de Jerusalén

 

 



18– DE MARZO - SÁBADO –

3ª SEMANA DE CUARESMA – A

San Cirilo de Jerusalén

 

Lectura de la profecía de Oseas (6,1-6):

 

VAMOS, volvamos al Señor.

Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará.

En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia y comprenderemos. Procuremos conocer al Señor.

Su manifestación es segura como la aurora. Vendrá como la lluvia, como la lluvia de primavera que empapa la tierra».

¿Qué haré de ti, Efraín, qué haré de ti, Judá?

Vuestro amor es como nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece.

Sobre una roca tallé mis mandamientos; los castigué por medio de los profetas con las palabras de mi boca.

Mi juicio se manifestará como la luz. Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 50,3-4.18-19.20-21ab

R/. Quiero misericordia, y no sacrificios

 

 Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R/.

 Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

El sacrificio agradable a Dios

es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

 Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

EN aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.

El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:

¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

 

Palabra del Señor

                                                                                                                          

1. En el N. T. se habla 99 veces de los "fariseos". Es, pues, un tema importantepara entender sobre todo los evangelios en los que aparecen con frecuencia.

    Casi siempre como adversarios de Jesús. Lo que Jesús les echa encara, con frecuencia, es la "hipocresía" (Mt 23, 28 ss; Lc 12, 1).

Un término que pertenece originalmente al lenguaje teatral. La "representación teatral" vino a significar

"hipocresía" (H. Giesen). A los fariseos se les llama "hipócritas" (Mt 6, 2. 5. 16; 7,5...) y se los caracteriza como personas que viven en contradicción con sus propias ideas (Mt 23, 3), porque no ponen en práctica lo que enseñan (Mt 23, 3, 23).

 

2.  No es posible describir exhaustivamente el modelo humano-religioso del "eterno fariseo". Porque ha variado en no pocas cosas con los cambios culturales. Pero hay características permanentes del "modelo fariseo".    

Podemos señalar dos:

1) Fariseo es el que tiene conciencia de vivir en condiciones de superioridad moral respecto a los que él ve como gente equivocada, perdida, ignorante, culpable de que la sociedad y la Iglesia estén como están.

2) Fariseo es el que, supuesto lo dicho, se siente satisfecho de sí mismo y no consiente ni mezclarse con los degenerados, los equivocados, los impuros, los canallas que están arruinando la religión y la patria.

 

3.  El fariseo se caracteriza por su modo de orar a Dios. En realidad, "su oración es un elogio de sí mismo" (Alberto Maggi), hasta el extremo de verse superior al común de la gente común, vulgar, degenerada y perdida. 

Es el polo opuesto al "eterno publicano", que es el que se ve perdido, sin salida moral en la vida, indigno hasta de mirar a Dios.  Y el colmo de todo este asunto está en que Dios no tolera al satisfecho fariseo, al tiempo que abraza con cariño indecible al "modelo publicano", que a muchos nos produce tanto rechazo.

 

4.  El "modelo fariseo" es, en las religiones, más frecuente de lo que imaginamos.  La tentación más frecuente en las personas religiosas es el fariseísmo.

En tales personas, se superpone el "parecer" al "ser". Y lo que les importa es el "parecer", o sea "quedar bien".  El fariseo no soporta fracasar. De ahí, su origen.

Los fariseos tienen su origen en el "fracaso de los Grandes Profetas", en la incapacidad de aquellos hombres para convertir al pueblo (Paul Ricoeur).

Por eso optaron por la observancia y la sumisión al rito y a la ley. Lo que les importaba era aparecer como observantes fieles, aunque sus verdaderas apetencias fueran el amor propio, el poder, el orgullo satisfecho.

 

San Cirilo de Jerusalén


San Cirilo de Jerusalén Doctor de la Iglesia

(año 386)

San Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia, que a causa de la fe sufrió muchas injurias por parte de los arrianos y fue expulsado con frecuencia de la sede. Con oraciones y catequesis expuso admirablemente la doctrina ortodoxa, las Escrituras y los sagrados misterios.

San Cirilo nació cerca de Jerusalén y fue arzobispo de esa ciudad durante 30 años, de los cuales estuvo 16 años en destierro. 5 veces fue desterrado: tres por los de extrema izquierda y dos por los de extrema derecha.

Era un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. Pero por eso mismo una vez lo desterraban los de un partido y otra vez los del otro.

Aunque los de cada partido extremista lo llamaban hereje, sin embargo, San Hilario (el defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".

Una de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones de la Iglesia de Jerusalén para ayudar a los pobres en épocas de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.

El emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalén para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.

San Cirilo de Jerusalén se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se llaman "Catequesis". Son 18 sermones pronunciados en Jerusalén, y en ellos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla bellísimamente de la Eucaristía.

En sus escritos insiste fuertemente en que Jesucristo sí está presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia Consagrada".

Al volver de su último destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalén llena de vicios y desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a las gentes al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a las herejías volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica.

A los 72 años murió en Jerusalén en el año 386.

En 1882 el Sumo Pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.

 

 

 

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