28 – DE
MARZO - MARTES –
5ª
SEMANA DE CUARESMA – A
San Sixto III, papa
Lectura del libro de los Números (21,4-9):
EN aquellos
días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando
el territorio de Edón.
El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para
morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin
sustancia».
El Señor envió contra el pueblo
serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel.
Entonces el pueblo acudió a Moisés,
diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y
contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo y el
Señor le respondió:
«Haz una serpiente abrasadora y colócala
en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la
colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a
la serpiente de bronce y salvaba la vida.
Palabra de Dios
Salmo: 101,2-3.16-18.19-21
R/. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti
V/. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida. R/.
V/. Los
gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.
V/. Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(8,21-30):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Yo me voy y me buscaréis, y moriréis
por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
Y los judíos comentaban:
«¿Será que va a suicidarse, y por eso
dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y él les dijo:
«Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de
allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os
he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que Yo soy,
moriréis en vuestros pecados».
Ellos le decían:
«¿Quién eres tú?».
Jesús les contestó:
«Lo que os estoy diciendo desde el
principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha
enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les hablaba
del Padre.
Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del
hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo
como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado
solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron
en él.
Palabra del Señor
1. Lo que Jesús deja claro
aquí es que su propia manera de pensar y su conducta eran copia exacta de lo
que piensa el Padre y de lo que hace el Padre.
Es decir, los criterios de Jesús y lo
que hacía Jesús se adecuaban a los criterios de Dios y a lo que hace Dios. Y
eso justamente es lo que los fariseos no entendían. Ni se enteraban de lo que
allí estaba en juego. Lo cual quiere decir que se puede ser muy religioso y un
estricto observante, pero sin embargo no tener ni idea de lo que Dios piensa,
lo que Dios quiere y lo que Dios hace.
2. Jesús explica diciendo:
"vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo".
No se trata de que los fariseos fueran
de la tierra, en tanto que Jesús era del cielo. No se trata de eso. La palabra
"mundo" traduce, que significa el "orden" que los hombres
hemos inventado para que funcione este mundo como nos conviene y nos interesa.
Un elemento del "orden presente"
es la religión. Normalmente, a las religiones les conviene entenderse bien con
el "orden de este mundo". Por eso, los que se identifican, sin más,
con las religiones, por eso se incapacitan para entender a Dios: pertenecen a "este
mundo".
3. Jesús no es de "este
mundo". ¿En qué sentido?
Esto entraña dos enseñanzas capitales.
En primer lugar, Jesús no vino como llovido del cielo. Jesús fue un judío
nacido y educado en Galilea. Pero Jesús no se identificó con el "orden de
este mundo". Jesús pensaba como piensa Dios y vivía como Dios
quiere que vivamos.
Cuando en la vida no tenemos un
referente último; y cuando carecemos de una motivación última, nos acomodamos a
"este orden". Así no es posible creer en Dios, ni en Jesús tampoco.
Por muy religiosos y observantes que seamos, como les ocurría a los fariseos
aquellos.
Pero, en estas palabras de Jesús, hay
una segunda enseñanza, que es la que va al fondo del problema.
Se trata de recordar, una vez más, que
Jesús es la revelación de Dios. Por eso él dice que "no es de este
mundo".
Jesús es la revelación
"inmanente" del Dios "trascendente". Jesús nos da a conocer
en este mundo lo que no pertenece a este mundo. Y quien vive como
vivió Jesús, ese es el que reproduce la misión que cumplió Jesús como revelador
del Padre. O sea, damos a conocer a Dios viviendo como vivió Jesús.
4.
Durante la semana de la fiesta de los Tabernáculos por la noche se
solían encender grandes luminarias en el atrio de las mujeres del Templo. Sería
grande la impresión que produciría en aquella gente la luz que, brotando del
Templo, iluminaba la ciudad de Jerusalén. Tomando pie en esta experiencia,
Jesús gritó: «Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida». Jesús reclama para sí la prerrogativa de
ser la «luz del mundo», y para los que le siguen, el beneficio de no caminar en
las tinieblas, sino tener la luz de la vida.
El evangelio de hoy desarrolla este
beneficio de liberarnos de las tinieblas si le seguimos. Estas tinieblas son la
ignorancia, el pecado y la muerte eterna. En ellas vivimos en mayor o menor
medida. Por ello, no podemos ir a donde Jesús va, esto es, al Padre. Para salir
de nuestras tinieblas y entrar en la intimidad de Dios, Jesús nos invita a
seguirle creyendo en él como «El que es». Solamente entrando a «vivir» en el
misterio de Jesús, el Hijo de Dios manifestado en su enseñanza y plenamente en
la cruz, muerte y resurrección (al ser «levantado»), somos salvados de nuestras
tinieblas. En la medida en que se nos va desvelando el misterio de Dios en
Cristo y nos dejamos penetrar por él, somos salvados de nuestros pecados y
preservados de la muerte eterna.
Vida de San Sixto III,
papa
Fue elegido papa a la muerte de san Celestino
I, en el año 432, y ocupó la sede de Pedro por ocho años que fueron muy llenos
de exigencias.
Durante su vida se vio envuelto casi de modo
permanente en la lucha doctrinal contra los pelagianos, siendo uno de los que
primeramente detectó el mal y combatió la herejía que había de condenar al papa
Zósimo. De hecho, Sixto escribió dos cartas sobre este asunto enviándolas a
Aurelio, obispo que condenó a Celestio en el concilio de Cartago, y a san
Agustín. Se libraba en la Iglesia la gran controversia sobre la Gracia
sobrenatural y su necesidad tanto para realizar buenas obras como para conseguir
la salvación.
Pelagio fue un monje procedente de las islas
Británicas. Vivió en Roma varios años ganándose el respeto y la admiración de
muchos por su vida ascética y por su doctrina de tipo estoico, según la cual el
hombre es capaz de alcanzar la perfección por el propio esfuerzo, con la ayuda
de Dios solamente extrínseca -buenos ejemplos, orientaciones y normas
disciplinares, etc., - ¡era un voluntarista! Además, la doctrina llevaba aneja
la negación del pecado original. Y consecuentemente rechaza la necesidad de la
redención de Jesucristo. De ahí se deriva a la ineficacia sacramentaria. Todo
un monumental lío teológico basado en principios falsos que naturalmente Roma
no podía permitir.
Y no fue sólo esto. El Nestorianismo
acaba de ser condenado en el concilio de Éfeso, en el 431, un año antes de ser
elegido papa Sixto III; pero aquella doctrina equivocada sobre Jesucristo había
sido sembrada y las consecuencias no desaparecerían con las resoluciones
conciliares. Nestorio procedía de Antioquía y fue obispo de Constantinopla.
Mantuvo una cristología imprecisa en la terminología y errónea en lo
conceptual, afirmando que en Cristo hay dos personas y negando la maternidad
divina de la Virgen María; fue condenada su enseñanza por contradecir la fe
cristiana; depuesto de su sede, recluido o desterrado al monasterio de san
Eutropio, en Antioquía, muriendo impenitente fuera de la comunión de la
Iglesia. El papa Sixto III intentó con notable esfuerzo reducirlo a la fe sin
conseguirlo y a pesar de sus inútiles esfuerzos tergiversaron los nestorianos
sus palabras afirmando que el papa no les era contrario.
Llovieron al papa las calumnias de sus
detractores. El propio emperador Valentiniano y su madre Plácida impulsaron un
concilio para devolverle la fama y el honor que estaba en entredicho. Baso -uno
de los principales promotores del alboroto que privaba injustamente de la fama
al Sumo Pontífice- muere arrepentido y tan perdonado que el propio Sixto le
atiende espiritualmente al final de su vida y le reconforta con los
sacramentos.
Como todo santo ha de ser piadoso, también se
ocupó antes de su muerte -en el año 440 y en Roma-, de reparar y ennoblecer la
antigua basílica de Santa María la Mayor que mandó construir el papa Liberio,
la de San Pedro y la de San Lorenzo.
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