11– DE MARZO
- SÁBADO –
2ª
SEMANA DE CUARESMA – A
San Vicente de LEÓN,
abad
Lectura de la profecía de Miqueas
(7,14-15.18-20):
PASTOREA a tu pueblo, Señor, con tu cayado, al rebaño de tu heredad, que anda solo en la espesura, en medio del bosque; que se apaciente como antes en Basán y Galaad.
Como cuando saliste de Egipto, les haré ver prodigios.
¿Qué Dios hay como tú, capaz de perdonar el pecado, de pasar por alto la falta del resto de tu heredad?
No conserva para siempre su cólera, pues
le gusta la misericordia.
Volverá a compadecerse de nosotros, destrozará nuestras culpas, arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar.
Concederás a Jacob tu fidelidad y a Abrahán tu bondad, como antaño prometiste a nuestros padres.
Palabra de Dios
Salmo: 102,1-2.3-4.9-10.11-12
R/. El Señor es compasivo y misericordioso
V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
V/. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.
V/. No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
V/. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(15,1-3.11-32):
EN aquel
tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo.
Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con
ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de
ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la
fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor,
juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna
viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por
aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de
los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos.
Deseaba saciarse de las algarrobas que comían ¡os cerdos, pero nadie le daba
nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré
en camino adonde está mi padre, y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus
jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su
padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las
entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y
vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el
ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este
hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa,
oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha
sacrificado e! ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero
su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin
desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener
un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha
comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo
lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este
hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos
encontrado”».
Palabra del Señor
1. La parábola del "hijo
perdido" no habla de la "conversión del pecador", sino del
"regreso del hambriento". Lo que el hijo extraviado sintió no fue la
culpa del pecador, sino el hambre del pobre. Y esto es lo que le motivó a volver
a su padre. La explicación que da el hijo al padre: "He pecado contra el
cielo y contra ti" era la fórmula que se usaba entre los judíos para
encontrar acogida (G. Lohfink).
2. Lo que la parábola quiere
enseñar es que hay dos imágenes de Dios:
1) El Dios de los fariseos,
retratado en la relación del hijo mayor con el padre.
2) El Dios de Jesús,
retratado en la experiencia que vivió el hijo menor.
Por eso hay dos espiritualidades:
1) La espiritualidad del fariseo,
que se ve mejor que el otro y lo desprecia.
2) La espiritualidad del perdido,
que se ve como un perdido, como el último, y por eso no puede despreciar a
nadie.
La clave de la espiritualidad está en el
Dios en el que creemos. El Dios de Jesús siempre acoge al perdido,
no le reprocha nada y se limita a abrazarlo, besarlo y convertir su vida en una
fiesta.
3. Lo dramático, lo más
desviado, que estamos viviendo en la Iglesia consiste en que los "hombres
de la religión" (el clero, empezando por la mayoría de los obispos) dan la
impresión de que creen más en el "Dios de los fariseos" que en el
"Padre del hijo perdido".
En teoría, se sienten ofendidos, si se les dice esto. Pero, en la práctica diaria de la vida, no "organizan una fiesta" para los pecadores y extraviados que se les acercan. A no ser que se trate de gente de "poder" o de "dinero".
Así es la vida. No precisamente la de
Jesús.
San Vicente de LEÓN, abad
Vicente de León
(muerto en León, 11 de marzo de 554) fue un monje benedictino, abad del
monasterio de San Clodio de León.
Se significó por
su lucha contra la herejía arriana. Durante una invasión de los suevos
arrianos, comandados per Reciano, éste atacó el monasterio, que se encontraba
en los alrededores de León, y detuvieron al abad. Torturado,
mantuvo su posición hacia la herejía y fue condenado, muriendo de un golpe de
espada en la cabeza.
Dos días después,
también murieron el prior del monasterio, Ramiro, y doce monjes que
permanecieron allí, mientras el resto de la comunidad huyó.
Sus restos fueron
enterrados en el monasterio, pero con el tiempo se perdieron, excepto las de
Vicente y Ramiro. Las de Vicente fueron trasladadas a la catedral de Oviedo,
donde se depositaron en un arca de plata, hoy en la Cámara Santa.
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