jueves, 9 de marzo de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 11– DE MARZO - SÁBADO – 2ª SEMANA DE CUARESMA – A San Vicente de LEÓN, abad

 


 

11– DE MARZO - SÁBADO –

2ª SEMANA DE CUARESMA – A

San Vicente de LEÓN, abad

 

Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):

 

PASTOREA a tu pueblo, Señor, con tu cayado, al rebaño de tu heredad, que anda solo en la espesura, en medio del bosque; que se apaciente como antes en Basán y Galaad.

Como cuando saliste de Egipto, les haré ver prodigios.

¿Qué Dios hay como tú, capaz de perdonar el pecado, de pasar por alto la falta del resto de tu heredad?

No conserva para siempre su cólera, pues le gusta la misericordia.

Volverá a compadecerse de nosotros, destrozará nuestras culpas, arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar.

Concederás a Jacob tu fidelidad y a Abrahán tu bondad, como antaño prometiste a nuestros padres.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 102,1-2.3-4.9-10.11-12

 

R/. El Señor es compasivo y misericordioso

 

V/. Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios. R/.

 

V/. Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa,

y te colma de gracia y de ternura. R/.

 

V/. No está siempre acusando

ni guarda rencor perpetuo;

no nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos paga según nuestras culpas. R/.

 

V/. Como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre los que lo temen;

como dista el oriente del ocaso,

así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

 

EN aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían ¡os cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré:

Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:

“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados:

“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:

“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado e! ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:

“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo:

“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

 

Palabra del Señor

 

1.  La parábola del "hijo perdido" no habla de la "conversión del pecador", sino del "regreso del hambriento". Lo que el hijo extraviado sintió no fue la culpa del pecador, sino el hambre del pobre. Y esto es lo que le motivó a volver a su padre. La explicación que da el hijo al padre: "He pecado contra el cielo y contra ti" era la fórmula que se usaba entre los judíos para encontrar acogida (G. Lohfink).

 

2.  Lo que la parábola quiere enseñar es que hay dos imágenes de Dios:

 

  1) El Dios de los fariseos, retratado en la relación del hijo mayor con el padre.

 

  2) El Dios de Jesús, retratado en la experiencia que vivió el hijo menor.

 

Por eso hay dos espiritualidades:

 

  1) La espiritualidad del fariseo, que se ve mejor que el otro y lo desprecia.

 

  2) La espiritualidad del perdido, que se ve como un perdido, como el último, y por eso no puede despreciar a nadie.

 

La clave de la espiritualidad está en el Dios en el que creemos.  El Dios de Jesús siempre acoge al perdido, no le reprocha nada y se limita a abrazarlo, besarlo y convertir su vida en una fiesta.

 

3.  Lo dramático, lo más desviado, que estamos viviendo en la Iglesia consiste en que los "hombres de la religión" (el clero, empezando por la mayoría de los obispos) dan la impresión de que creen más en el "Dios de los fariseos" que en el "Padre del hijo perdido".

En teoría, se sienten ofendidos, si se les dice esto.  Pero, en la práctica diaria de la vida, no "organizan una fiesta" para los pecadores y extraviados que se les acercan. A no ser que se trate de gente de "poder" o de "dinero".

Así es la vida. No precisamente la de Jesús.

 

San Vicente de LEÓN, abad

 




Vicente de León (muerto en León, 11 de marzo de 554) fue un monje benedictino, abad del monasterio de San Clodio de León.

       Se significó por su lucha contra la herejía arriana. Durante una invasión de los suevos arrianos, comandados per Reciano, éste atacó el monasterio, que se encontraba en los alrededores de León, y detuvieron al abad.    Torturado, mantuvo su posición hacia la herejía y fue condenado, muriendo de un golpe de espada en la cabeza.

     Dos días después, también murieron el prior del monasterio, Ramiro, y doce monjes que permanecieron allí, mientras el resto de la comunidad huyó.

       Sus restos fueron enterrados en el monasterio, pero con el tiempo se perdieron, excepto las de Vicente y Ramiro. Las de Vicente fueron trasladadas a la catedral de Oviedo, donde se depositaron en un arca de plata, hoy en la Cámara Santa.

 

 

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