6 – DE MARZO
– LUNES –
2ª
SEMANA DE CUARESMA – A
SAN OLEGARIO
Lectura de la profecía de Daniel (9,4b-10):
¡AY, mi Señor,
Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y
cumplen sus mandamientos!
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y
delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No
hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros
reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros
nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los
habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en
todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que
cometieron contra ti.
Señor, nos abruma la vergüenza: a
nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.
Pero, mi Señor, nuestro Dios, es
compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz
del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus
siervos, los profetas.
Palabra de Dios
Salmo: 78,8.9.11.13
R/. Señor, no nos trates
como merecen nuestros pecados
V/. No
recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
V/. Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
V/. Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R/.
V/. Nosotros, pueblo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(6,36-38):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una
medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que
midiereis se os medirá a vosotros».
Palabra del Señor
1. Cuando los evangelios
destacan cómo tiene que ser la conducta de los discípulos, Lucas se fija en la
"misericordia", mientras que Mateo (5, 48) habla de la
"perfección".
En realidad, así lo que los evangelios
vienen a decir es que la perfección consiste en la misericordia.
Es perfecto y cabal el que es bueno de
verdad y hasta el fondo de su ser. Jesús establece aquí cuál debe ser la
actitud básica del creyente en la vida respecto a los demás. Se trata de la
actitud que se define como "compasión" o "misericordia".
Esta actitud se propone mediante el
adjetivo griego "oiktírmon", un término antiguo que aparece ya en el
griego clásico, por ejemplo en Homero, para indicar al hombre que "tiene
compasión" el que "compadece a alguien".
En definitiva, lo que Lucas viene a
decir es que, de 35 dos atributos principales de Dios, la santidad y la
compasión, Lucas escoge a compasión como cualidad que nos hace semejantes a
Dios (F. Bovon).
2. Aquí es importante
advertir que "tener compasión" no es lo mismo que “tener
lástima".
La compasión es participar de la misma
pasión, que puede ser pasión de dolor o, por el contrario, pasión de alegría.
En un sentido muy distinto, el que tiene lástima de otro es porque el otro es
un desgraciado. Saber de personas que sienten lo que yo siento es fuente de
alegría.
Saber de gente que me tiene por un
desgraciado que da lástima, eso es terrible, es humillante en extremo.
Lo que Jesús nos pide es que tengamos un
corazón sensible a la sensibilidad de los demás: a sus alegrías y a sus penas,
a sus éxitos y a sus fracasos.
3. Lo más importante, cuando
hablamos de este tema, está en caer en la cuenta de que la misericordia tiene
que ser el principio determinante y rector de la ética. Porque una ética sin
misericordia puede (y suele) terminar siendo una dictadura.
Todos los dictadores y hasta los
tíranos, por lo general, han invocado principios éticos (la justicia, la
libertad, el amor a la patria, la defensa de las clases trabajadoras...) Para
justificar su autoritarismo, sus tiranías y los atropellos que han cometido
para someter a los pueblos, a la gente, a los débiles e indefensos.
En la vida diaria hay personas que no
paran de apelar a motivaciones éticas, pero de sobra sabemos que son personas
insoportables.
Solo cuando la misericordia rige nuestra
vida, podemos contagiar felicidad y bondad.
4.
La Cuaresma nos llama a una conversión personal, que consiste no solo en
rezar más o hacer sacrificios. Todas las dimensiones de nuestra vida han ser
sanadas por la gracia de Dios. Hoy el evangelio insiste en nuestro trato con
los demás: ser compasivos, no juzgar, perdonar y ser generosos. Son
instrucciones precisas que hacen mucho mejor nuestra vida: en la familia, en el
trabajo y con los amigos, todo es más sencillo y alegre si atendemos a estas
recomendaciones.
Cuando Jesús dice: «Dad y se os dará…,
con la medida que midáis se os medirá», utiliza un verbo en forma impersonal
que no se entiende si leemos rápido: «se os dará, se os medirá». ¿A qué se
refiere con esto?, ¿quién es el que nos dará o el que nos medirá? Evidentemente no se refiere a las mismas
personas con las que hayamos sido buenos, porque hay quienes no suelen dar las
gracias ni tratan de devolver el bien recibido. Entonces se refiere… a Dios.
Esa forma de expresarse es lo que los entendidos llaman «la pasiva divina», en
la cual el sujeto implícito es Dios. Jesús habla de esa manera para referirse a
Dios. Es Dios quien nos recompensará: «Perdonad y Dios os perdonará… No
juzguéis y Dios no os juzgará». Esto significa que a Dios le importa mucho cómo
tratemos a los demás, y también que todo el bien que hagamos lo recompensará,
porque Dios es buen pagador y no olvida los esfuerzos de generosidad que
hacemos.
SAN OLEGARIO
En lo religioso es Nicolás II quien dirige y,
en lo civil, Enrique IV administra el Sacro Imperio Romano cuando nace en el
año 1060 Olegario. Sus padres fueron Olaguer –valido de D. Ramón Berenguer,
conde de Barcelona– y Guilia. En su tiempo se condena a Berengario por sus
errores sobre la Eucaristía y Godofredo de Buillón conquista Jerusalén,
nombrándosele defensor del Santo Sepulcro.
Fue canónigo de la iglesia Catedral de
Barcelona y D. Ramón Beltrán, obispo de la ciudad, lo ordenó sacerdote. Pero,
pensando que agradaba más a Dios de otra manera, Olaguer –que así le conocen en
Barcelona y Tarragona– renuncia a la prebenda catedralicia, entra en el
monasterio de San Adrián del que llega a ser prior y pasa a ser abad del de San
Rufo hasta que se le nombra obispo en el año 1115. No pocos apuros costaron
ponerle sobre su cabeza la mitra de Barcelona y en su mano el báculo por no
quererlos aceptar el frailecito pensando que eran gran dignidad y pocos sus
méritos; incluso llegó a escaparse por la noche y el clero tuvo que «atraparle»
en Perpiñán; y dicen que hasta el mismo D. Rodrigo suplicó al papa Pascual II
para que le obligara a aceptarla. Puede que el dato sea leyenda o puede que sea
verdad por su humildad; pero ciertamente hoy –los tiempos cambiaron– no cuesta
tanto aceptar un nombramiento episcopal. Aquellas buenas gentes apreciaban bien
su calidad. Como obispo hace su labor con creces; pasó el tiempo reconstruyendo
monasterios e iglesias, predicando de ordinario –cosa poco usual en su época– y
preocupándose de los pobres, dándoles en limosna los dineros que él recibía.
Cuando muere el papa Pascual y se elige a
Gelasio II, va Olegario a Roma a besar los pies de Pedro y prestarle juramento
como acto protocolario del tiempo. A su vuelta se ha recuperado Tarragona de
los moros, se restituye su condición de sede metropolitana y Olaguer es
nombrado su arzobispo el 21 de marzo de 1118. El papa lo nombra, además, legado
suyo para toda España. Tiene que vivir en Barcelona cuya sede mantiene porque
quedó arrasada Tarragona y sin bienes propios; ocho años tardará Olegario en
terminar de reedificar las murallas de esta ciudad y en llevar a ella gente aguerrida
que esté en condiciones de poder defenderla.
Cumpliendo la misión de metropolitano y
legado ad latere hubo de tomar parte en diversos concilios y anatematizó al
antipapa Anacleto.
A su regreso de Tierra Santa se preocupa
de que se restituyan a la Iglesia los bienes que algunos se habían injustamente
apropiado, bendice y repara los templos desacralizados por los sarracenos, e
interviene en Zaragoza en la reconciliación entre don Alonso de Castilla y don
Ramiro de Aragón.
Este hombre celoso, incansable, con don de
gobierno y mucho amor a Dios, no pudo ver reconstruida su iglesia metropolitana
por falta de recursos económicos antes de morir el 6 de marzo del 1136. Fueron
sepultados sus restos en Barcelona y canonizado a la antigua usanza, es decir,
por veneración popular y consentimiento del Romano Pontífice.
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