miércoles, 1 de marzo de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 – DE MARZO – JUEVES – 1ª SEMANA DE CUARESMA – A San Simplicio, papa

 

 


2 – DE MARZO – JUEVES –

1ª SEMANA DE CUARESMA – A

San Simplicio, papa

 

   Lectura del libro de Ester (14,1.3-5.12-14):

 

EN aquellos días, la reina Ester, presa de un temor mortal, se refugió en el Señor. Y se postró en tierra con sus doncellas desde la mañana a la tarde, diciendo:

 «¡Bendito seas, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob! Ven en mi ayuda, que estoy sola y no tengo otro socorro fuera de ti, Señor, porque me acecha un gran peligro.

Yo he escuchado en los libros de mis antepasados, Señor, que tú libras siempre a los que cumplen tu voluntad. Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que estoy sola y no tengo a nadie fuera de ti. Ahora, ven en mi ayuda, pues estoy huérfana, y pon en mis labios una palabra oportuna delante del león, y hazme grata a sus ojos. Cambia su corazón para que aborrezca al que nos ataca, para su ruina y la de cuantos están de acuerdo con él.

Líbranos de la mano de nuestros enemigos, cambia nuestro luto en gozo y nuestros sufrimientos en salvación».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 137,1-2a.2bc.3.7c-8

 

R/. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,

porque escuchaste las palabras de mi boca;

delante de los ángeles tañeré para ti,

me postraré hacia tu santuario. R/.

 

 Daré gracias a tu nombre:

por tu misericordia y tu lealtad,

porque tu promesa supera tu fama.

Cuando te invoqué, me escuchaste,

acreciste el valor en mi alma. R/.

 

 Tu derecha me salva.

El Señor completará sus favores conmigo.

Señor, tu misericordia es eterna,

no abandones la obra de tus manos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,7-12):

 

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!

Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».

 

Palabra del Señor

 

1.  La primera enseñanza, que Jesús deja aquí patente, es que la oración de petición nunca falla. Lo que, a juicio de Jesús es cierto, por más que tantas veces tengamos la impresión -y hasta la evidencia- de que las cosas no son así. La insistencia de Jesús queda fuera de duda.

Lo que no podemos saber es "cómo nos oye el Señor y cómo escucha nuestra petición". De la misma manera que no siempre pedimos lo que más nos conviene, igualmente el Padre del cielo nos concede lo que nosotros no vemos como lo que realmente más necesitamos.

 

2.  Para fundamentar nuestra fe en la oración, Jesús recurre al argumento de la relación "padre-hijo": un padre (al menos, así era en aquellos tiempos) no le niega la ayuda al hijo que suplica y necesita esa ayuda. Pero la argumentación de Jesús es más fuerte.  Porque Jesús no se refiere a los padres "buenos", sino a los "malos". Y viene a decir: "si hasta los "malos" dan cosas buenas a sus hijos, - ¿cuánto más el Padre del cielo, que es "el más bueno" de todos los padres imaginables, dará lo mejor a sus hijos que le suplican?

 

3. Uno de los grandes retos de la vida espiritual es aprender a vivir apoyándose no en las propias fuerzas, sino en Dios. Y esta batalla se gana, como la de Jacob, perdiéndola (Gén 32,30). Experimentar nuestras debilidades y limitaciones no debe ser motivo de tristeza, sino que es la oportunidad de conocernos como lo que somos: hijos de Dios. Los hijos dependen en todo de sus padres, la vida del cristiano es la vida del hijo que se siente continuamente colmado de los dones de Dios Padre.

La petición tiene un papel fundamental en la oración del cristiano. El Padre nuestro, modelo de la oración cristiana, está compuesto por una invocación a Dios como Padre y siete peticiones. Las palabras del texto que meditamos hoy profundizan en el espíritu filial del Padre nuestro. Nos recuerdan que el gozo del Padre es hacer felices a sus hijos. La petición nace de la fe en esta bondad paternal de Dios y, al mismo tiempo, es la puerta que abre nuestra vida a sus bendiciones. Dios conoce muy bien nuestras necesidades, pero espera nuestra petición.

Al mismo tiempo, tal y como ocurre en el Padre nuestro, se nos recuerda que la auténtica oración debe reflejarse siempre en la vida: debemos tratar a los demás convirtiendo nuestras obras en un eco de la bondad divina que hemos experimentado antes.

 

San Simplicio, papa

 


 

Vida de San Simplicio, papa

 

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

 

Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

 

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.

 

Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

 

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

 

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

 

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

 

Los datos exactos de su óbito no están aun perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

 

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

  

 

 

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